Carta de una madre abogada a su hija (1990)

Querida Alondra:

No sabes la inmensa alegría que me da haber recibido tu carta. Quiero que sepas que, aunque vivamos lejos, eso no es impedimento para que el corazón de una madre te sienta distante, pues no hay día en que no te lleve conmigo y seas mi gran motivación para seguir trabajando en este país. Asimismo, me da una profunda alegría saber que ya te entregaron el título profesional. Estoy muy pero muy contenta que hayas terminado de estudiar la carrera que tu padre y yo ejercemos. Por un momento, tu padre y yo pensamos que no te sentías a gusto con la carrera y que quizá te cambiarías a Sociología, pero no fue así y seguiste hasta terminar. Me siento muy orgullosa de ti, porque terminaste siendo una de las mejores alumnas con muy buenas calificaciones. Ahora, hermosa Alondra, como madre y abogada que soy, déjame escribirte y darte algunos consejos.

Querida hija, lo primero que debes saber es que la profesión de abogada requiere de una gran dedicación. Las mujeres que elegimos estudiar Derecho, lo decidimos más por vocación y no por emoción. Estudiamos leyes porque detestamos tantas injusticias, abusos y maltratos no solo a nuestro género, sino a toda la sociedad. Si has decidido estudiar y ejercer la carrera de Derecho, te pregunto ¿sientes la vocación para defender la mejor de las causas? ¿Sientes la pasión de ser una servidora de la justicia? ¿Estás dispuesta a pasar horas y horas plenas leyendo libros, jurisprudencias, leyes y casos? Recuerda que si piensas ser abogada, debes aspirar a lo más alto, alcanzar las más altas cotas de excelencia en ofrecer el mejor de los servicios legales a tus clientes.

Además, debes estar dispuesta y lista siempre para conseguir programar tu agenda con jornadas de trabajos interminables, porque deberás agendar reuniones, citas, asesorías y viajes (cuando sea necesario) para conversar con tus patrocinados. Cuando eras una niña de siete años, recuerdo que me preguntabas: «Mamá, ¿por qué lees tanto esos libros gordos con letras pequeñas, con numeritos y sin dibujitos? ¿No te aburres?» y yo te respondía con una sonrisa, pues aparte de leer esos «libros gordos» tenía que preparar la comida de tu hermano y dejar todo listo antes de irme a trabajar. Por las noches, llegaba muerta de cansancio tras jornadas llenas de trabajo en la que tuve que asistir a algunas audiencias, luego ir a ver el litigio de algún terreno y terminar el día redactando algunos contratos y demandas; pero créeme, querida hija, que todo mi cansancio se desvanecía cuando por las noches te veía a ti y a tu hermano. Abrazarlos, besarlos y compartir el tiempo con ustedes, antes de que vayan a dormir, me llenaba de tanta felicidad que me daba fuerzas para seguir luchando día a día. Entre el trabajo de abogada y el compartir momentos con los hijos, créeme que el reto es difícil para una madre abogada, pues nos negamos a no estar presentes (muchas veces) en momentos que son únicos en la vida, y que solamente pueden disfrutarse una vez. Si bien, por motivos laborales no pude estar en tu graduación, estuve presente en la sustentación de tu tesis y estaré presente en tu colegiatura.

Por otra parte, como abogada que ya lo eres, has de saber que no debes decaer ni deprimirte si en algún momento llegas a perder un caso, pues, aunque como abogadas queremos ganar siempre, el perder también nos enseña y a veces más de lo que nos enseña el ganar un caso, pues como todo en la vida, se aprende más de las derrotas que de las victorias. Además, lo que no te mata te hace más fuerte y te prepara para una próxima vez en la que no pasarás non bis in ídem (dos veces por lo mismo).

Me preguntabas en tu carta ¿de dónde saco fuerzas para ser madre y abogada a la vez? La respuesta recae solamente en ustedes, nuestros hijos, pues verlos sonreír, que estén bien de salud y sigan adelante por cumplir sus sueños, es lo que como padres anhelamos, pues estamos siempre dispuestos en apoyar con todo lo bueno que decidan emprender. Además, ¡qué mejor que nuestra hija ya es abogada! Mi deber como madre y abogada es aconsejarte junto a tu padre, para que seas una de las mejores. Ahora que empieces a ejercer como abogada, lo primero que debes hacer es distribuir tu tiempo, esto es, sacar tiempo para redactar escritos, acudir a las audiencias, viajar de manera continua y atender a tus clientes puntualmente, tus clientes deben confiar en tu trabajo y tú logra hacerlos sentir más que asesorados.

Actualmente, la sociedad está empezando a cambiar y ya no es tan machista como antes, pues ahora, hay más trabajos para nosotras las abogadas, aunque el mercado laboral sigue siendo duro, si trabajas bien, nunca te faltará trabajo. En lo que a mí respecta, como abogada, cuando he tenido mis épocas bajas, felizmente, siempre he encontrado el apoyo de tu padre, pues como docente, investigador y conferencista, nunca le falta trabajo, pues cuando tenía treinta, recuerdo que él me decía: «Los dos somos abogados, pero tú eres la litigante, puesto que te gusta pelear (risas) y yo seré el abogado intelectual, puesto que me gusta leer e investigar; sin embargo, verás que a nuestra hija, que viene en camino, no le faltará nada, hagamos de ella una gran abogada, que sea mejor que las abogadas romanas Amesia, Hortensia y Caya Afrania», créeme hija, que por más abogada que era en ese tiempo, nunca había escuchado de aquellas abogadas romanas, pero cuando leí sobre ellas, me enteré que defendieron bien sus derechos antes los tribunales romanos, que para variar, eran muy machistas. Una vez que naciste, déjame decirte que aunque trajiste alegría y felicidad a nuestras vidas, en muchas ocasiones también fue difícil conseguir la meta de atender a todo, pues tu padre y yo empezamos a tener más trabajo y ahora que ya éramos una familia, tuvimos que trabajar el doble y a la vez administrar nuestro tiempo para cuidarte, verte crecer y atenderte con mucho amor, pues eres dichosa en tener a dos padres que tenemos la misma profesión y que día a día se exigen lo mejor de cada uno para que sigamos adelante. Fuiste y eres una bendición para nosotros.

Otra de tus preguntas es ¿por qué me hice abogada? Las razones pueden ser varias y cambiantes. Cuando era una jovencita como tú, no crecí en un ambiente jurídico, bien sabes que tu abuelo es ingeniero y tu abuela vendía ropa en una galería. Sin embargo, ellos me apoyaron con mis estudios siempre, en ningún momento se negaron a que estudiara Derecho, más aún, cuando veían en mí, la vocación de justicia, pues veía como muchos vecinos, padres de mis amigas, tenían conflictos legales, pero entre todos los conflictos siempre me preocupó la condición de la mujer y eso me impulsó a estudiar Derecho para defender esos casos. Bien sabes que en nuestro país, el machismo es más fuerte (incluso) que en la antigua Roma y lamentablemente, la mujer que resulta ser víctima de las agresiones, suelen ser vistas como las provocadoras o las culpables. Si bien, no niego que existen mujeres que se hacen a las víctimas por algún interés, pero no hablo de eso, hablo de las mujeres que realmente son víctimas de maltrato, violencia, represión y todo tipo de agresiones que sufren en varios hogares de Lima, sobre todo, las mujeres de clase media para abajo. En Perú, bien sabes que trabajaba en casos administrativos y civiles, pero siempre di prioridad a los casos que trataban contra la violencia de la mujer. Es por eso que cuando me salió este trabajo, aquí en España, no lo pensé dos veces y decidí venir a trabajar con mis amigas. Sin embargo, querida hija, aquí en Madrid, mi visión es que todavía existen muchas barreras que derribar, y en ocasiones me entristece ver cómo desde los propios poderes del Estado se dan ejemplos poco edificantes de falta de apoyo a las madres que ejercen un papel tan importante en la administración de justicia como es el nuestro.

Te cuento que algunas veces ocurren sucesos que no son infrecuentes, es más, hace pocos meses han tenido eco en los medios de comunicación algunos casos insólitos, como es la negativa de un juzgado de lo social que denegaba la suspensión de un procedimiento que estaba señalado en una fecha coincidente con el permiso de maternidad de una abogada. Afortunadamente, la oportuna mediación del Colegio de Abogados de Madrid y la presión mediática, hizo reconsiderar el caso al juzgado, que finalmente accedió a la suspensión, ¿puedes creerlo?

Aquí, en la Ley Orgánica para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, prohíbe cualquier tipo de discriminación, directa o indirecta, por razón de sexo, y, especialmente, por circunstancias derivadas de la maternidad, la asunción de obligaciones familiares y el estado civil. La ley prevé textualmente, como uno de los criterios generales de actuación de los poderes públicos, el de proteger la maternidad, con especial asunción por la sociedad de los efectos derivados del embarazo, parto y lactancia.

Por otro lado, la ley de eficiencia procesal prevé la posibilidad de suspensión de los juicios y plazos procesales para las abogadas durante las seis semanas después del parto, período coincidente con el descanso laboral obligatorio establecido según la legislación laboral y de seguridad social. A mi modo de ver, querida hija, se trata de una medida insuficiente, ya que los profesionales que ejercen la abogacía de manera autónoma, fuera de los grandes despachos, se ven perjudicados frente a compañeros que disfrutan en plenitud de las dieciséis semanas de su baja laboral, porque pueden ser sustituidos por otro abogado.

Disculpa que te haya abrumado contándote ese caso, pero el Derecho en la práctica, es muy distinto a lo que muchas veces nos enseñan en la universidad, bella hija. Ahora bien, más allá de la literalidad de la ley, solo queda seguir trabajando con convicción para lograr un efectivo cambio social, con vistas a que la igualdad cale de verdad en todos los estamentos de la sociedad, más aún en el ámbito jurídico, en el que cada vez más, la presencia de las mujeres adquiere una representatividad mayor, incluso, que la de los varones, pues no me negarás, hija, que cada vez empiezan a egresar de las aulas universitarias más mujeres de leyes que varones.

Bien, mi niña buena, no te quiero cansar más con esta carta y solo déjame decirte que en dos meses viajaré a Perú y no solo estaré contigo para tu colegiatura, sino que trabajaremos juntas como colegas y daremos preferencia a los casos en que las mujeres abogadas que son madres son cuestionadas o tienen problemas en sus trabajos, pues no podemos permitirnos poner trabas a las nuevas abogadas en su tarea vital de aunar el ejercicio de la abogacía con la vocación de ser madres. Además, como mujeres de leyes, trabajaremos también en otros proyectos. No sabes la emoción que siento de trabajar contigo, querida hija, ahora ya como toda una profesional.

                                                                                                                              Te ama,
                                                                                                                           Tu madre

                                                                                                                     Madrid, 1990

                                                                        Autor del cuento: David E. Misari Torpoco

                                       

Notas:

1 Para la creación de este cuento, algunos extractos fueron tomados de la página LegalToday del escrito publicado por la abogada Rita Fernández-Fígares Estévez (socia de Everfive Abogados) que lleva por título «¿Madre y abogada? El reto de hacerlo compatible es de todos» publicado el 21 de diciembre de 2021.

2 Si deseas saber quiénes fueron las abogadas romanas Amesia, Hortensia y Caya Afrania, te invitamos a revisar el siguiente enlace: Tres abogadas romanas.

3 Algunos pensamientos y reflexiones de la madre fueron extraídos del libro Máximas, sentencias, paremias y pensamientos para abogados (Ediciones Olejnik, 2022) del autor David Misari Torpoco, en especial de la página 111.


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