No existe algún abogado que no pretenda alcanzar o lograr el éxito en su vida profesional, eso es cierto, pero ¿realmente será el éxito lo que se busca? A lo mejor, nos han enseñado mal y pensamos que, si uno como abogado no es exitoso, entonces lo mejor será que se dedique a otro trabajo. Es más, si nos ponemos a revisar el significado de la palabra ‘éxito’ en el DLE de la RAE, encontraremos que este se encuentra relacionado a un resultado feliz de algún negocio y también a la buena aceptación que se tiene de algo o alguien. Ahora bien, para ser exitoso ¿debo esperar la aceptación y aprobación de los demás?
El éxito para un buen abogado, en su
esencia más profunda, no puede ser reducido a un conjunto de logros tangibles o
reconocimientos externos. Soy de la idea de que el éxito viene a ser una
manifestación subjetiva del cumplimiento de nuestros propósitos y la
realización de nuestro potencial, siempre y cuando lo forjemos por nosotros
mismos y no para buscar «ser aceptados» por alguien. El buen
abogado nunca debe efectuar ni basar su trabajo con el fin de agradar a
alguien, sino, todo lo contrario, hay que hacer las cosas bien, estudiar bien,
trabajar bien por nosotros mismos, para superarnos a nosotros mismos. En otras
palabras, buscar ser mejor cada día por propia voluntad.
Asimismo, soy consciente de que todo abogado
en algún momento de su vida quiere lograr el éxito y el reconocimiento e
incluso, obtener riquezas gracias a su trabajo y si bien, pensar así no tiene
nada de malo, lo mejor, considero, sería de que las riquezas que obtengas sean
la consecuencia del éxito personal y profesional que lograste con base en tu
esfuerzo, constancia, sacrificio y trabajo. Ni la mejor universidad, ni los mejores
clientes nos devolverán las horas de esfuerzo, estudio y noches de desvelo que
le dedicamos a nuestro trabajo.
Es por eso que debemos tener las cosas
claras y aconsejar a la mayoría de abogados de que el éxito en su vida profesional
es solo una excepción. Todo abogado siempre quiere triunfar en la vida y ganar
todos los casos o ser el mejor y más destacado en su especialidad, pero eso no
se puede lograr, el abogado no es un dios ni un ser perfecto capaz de no errar
nunca. Al contrario, los abogados de vez en cuando triunfan, pues no existe
abogado que pueda ganar todos los casos que dispute por más bueno que sea o
algún abogado que sea todo un experto en su especialidad y esto lo haga
infalible. Antes bien, soy de la idea, de que los mejores abogados del mundo,
son los que en sus inicios perdieron varios casos e incluso, casos importantes,
pero gracias a sus derrotas, lograron mejorar, analizar en qué fallaron y ser
lo que ahora son, esto es, los mejores.
Tengamos en cuenta de que ningún abogado
nace sabiendo todo, pues el conocimiento se aprende y se logra con base en el
estudio constante de las grandes obras escritos por juristas, análisis de las
leyes (normas, códigos, jurisprudencia, etc.) y la lectura (leer mucho y no
solo obras jurídicas, sino también, filosofía, literatura, historia y otras
materias), además de adquirir una fuerte disciplina para dedicarse a una
especialidad, pues si se pretende ser un buen abogado, este deberá destinar
parte de su tiempo a una especialidad.
Por otra parte, los abogados «todistas» son los que más
fracasan o simplemente, por querer acaparar todas las ramas, al final, no se
desempeñan bien en ninguna. Los mejores abogados son los que aprenden de sus
derrotas con el ánimo de ser mejores para la próxima ocasión en que enfrenten
un nuevo caso. Es por eso que, para mí, los mejores abogados son los que
permanecen constantes en una especialidad determinada y de cierto modo logran
forjar el éxito en esa especialidad, puesto que, habitualmente, desarrollan,
luchan, se esfuerzan y ganan de vez en cuando. Lamentablemente, esto último, es
algo que muchos clientes y varias personas, en general, no logran comprender y
piensan que su abogado debe «ganar siempre» todo en la vida.
El buen abogado es aquel que muestra una óptica
realista sobre el éxito y destaca que este (el éxito) no es la norma, sino la
excepción. Así pues, debe quedar claro que los abogados pueden triunfar sí,
pero ocasionalmente, la mayor parte del tiempo están dedicados a enfrentar
desafíos, luchar y esforzarse. Ahora bien, esto no debe ser confundido con la «buena
racha» que un abogado puede tener, por ejemplo, digamos que un abogado tuvo
veinte casos y de los veinte, no perdió los últimos quince. Esto significa que
su trabajo es constante, perseverante y por eso obtuvo esos triunfos, pero nada
implica de que en algún momento pierda un caso, pierda esa racha y no por eso
debe ser considerado «el peor». Lo malo es que varias personas de la sociedad
son las que lanzan la piedra (la crítica) y esconden la mano al momento de
expresar alguna opinión o comentario sobre el abogado que siempre ganaba y que
ahora le tocó perder, como si ellos (los que critican) nunca hubiesen perdido nada
en la vida.
Ahora bien, el éxito se puede conseguir, se
puede llegar a él, sí, pero a lo que voy es que no debemos hacer las cosas o
depositar todo nuestro esfuerzo en pensar llegar a ser exitosos. Si se puede,
tratemos de pensar, más bien, en hacer las cosas bien, poner todo de nuestra
parte en nuestro trabajo, pero por nosotros mismos; algo así como aquellos que
dicen «no se debe estudiar solo para aprobar el examen, sino para
aprender en la vida». La importancia de la
perseverancia y el trabajo duro en la vida de un abogado disciplinado logrará
reflejar nuestro trabajo y es por eso que el éxito será una consecuencia de
nuestra ardua labor.
Por último, soy de la idea de que el
verdadero éxito no está en la fama, ni en la buena reputación, ni en ser «el
mejor» en todo lo que uno haga, sino que reside en dos
cosas: la primera, haber logrado solo lo que uno se ha propuesto (en la medida
de que estas metas sean objetivas y traigan beneficios personales) y segundo
(pienso que es la mejor de estas dos) la capacidad de vivir en armonía con
nuestros valores más íntimos y en la búsqueda incesante de conocimientos, pues a
pesar de los obstáculos y fracasos inevitables que encontraremos en el camino,
no debemos detenernos y más bien superarlos. Saber levantarnos después de una
caída es clave aquí, pero más, saber renacer o resurgir si en algo nos va o nos
fue mal. El abogado debe motivarse cada día a sí mismo para ser el mejor, pero
no, «el mejor» ante los demás, sino que cada día debe ser mejor a sí mismo.
El éxito, entonces, para mí es un viaje, no
un destino, donde cada pequeño triunfo y cada lección aprendida en la
adversidad logra enriquecer nuestra existencia y nos acercan más a una vida significativa.
Escrito por David Misari Torpoco
Abogado y docente de Redacción Jurídica
14 de julio de 2024
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