Cuando uno estudia la
carrera de Derecho uno de los cursos que se lleva es el de Filosofía.
Posteriormente, se lleva también Filosofía del Derecho. Durante esta etapa, son
muchos los estudiantes que consideran a este curso como innecesario o «aburrido»,
sin pensar que es un curso elemental para su formación como futuros
profesionales.
Por otra parte, algunos
abogados que deciden estudiar un posgrado, esto es, una maestría o un doctorado
en Derecho, también llevarán el curso de Filosofía del Derecho (aunque claro,
esto depende mucho de la universidad donde se decida estudiar la maestría o el
doctorado). Para esto, analicemos el siguiente ejemplo:
1. Un abogado que se encuentre cursando
una maestría y le toca llevar el curso de Filosofía del Derecho.
2. El profesor de su curso empieza a
hablar sobre la noción filosófica del concepto de Derecho de Herbert Hart y luego,
en otra clase, sobre la escuela neokantiana del derecho.
3. Si el alumno no tiene una buena base
en el estudio de la filosofía y, previamente, no ha leído y estudiado la
filosofía de J. Austin, Wittgenstein, J. Bentham, Kant y Hobbes, difícilmente
podrá entender los estudios filosóficos de Herbert Hart y la noción conceptual
de la escuela neokantiana del derecho (incluso, no podrán saber que existe otra
postura respecto a esta última que es la escuela de Marburgo).
Solo por tocar un ejemplo.
Es por esto que para muchos abogados (que no tienen una buena preparación en el
estudio de la filosofía), simplemente leer de manera directa un texto de
filosofía del derecho les resultará algo pesado.
Entonces, ahora, la
pregunta sería ¿por qué un abogado debe aprender y estudiar el curso de
Filosofía del Derecho? Para responder esta pregunta, primero debemos saber que,
sin el estudio de la filosofía (esto es, sin una buena base en filosofía), no
se podrá entender o comprender al 100 % los temas que se abordarán en la
materia de Filosofía del Derecho.
Los abogados deben aprender
y estudiar filosofía no como un lujo intelectual, sino como una necesidad
práctica y ética. Así pues, el estudio de la filosofía proporciona las
herramientas críticas y conceptuales necesarias para comprender el derecho más
allá de sus formas externas o técnicas (más allá de las normas e incluso la
jurisprudencia). A continuación, ofreceré cinco posibles respuestas que he
concebido, pero se recuerda que pueden existir otras.
En primer lugar, se debe
entender que el derecho es una construcción filosófica antes que una
construcción técnica. El derecho no es solo un conjunto de normas escritas,
sino una manifestación concreta de ideas filosóficas que engloban conceptos
sobre la justicia, libertad, poder,
igualdad, orden y deber. Estudiar filosofía permite al abogado
entender de dónde vienen esas ideas,
cómo han evolucionado y por qué importan.
Ejemplo 1: Para
entender los conceptos de justicia, libertad, poder y deber, se recomienda leer
los Diálogos de Platón y la obra Ética a Nicómaco de Aristóteles.
Ejemplo 2: Las ideas de Locke, Rousseau o
Hobbes sobre el contrato social están en la base de las constituciones
modernas. Un abogado que desconoce esto, desconoce el alma del derecho que
aplica.
En segundo lugar, un
abogado debe ser consciente de que el estudio de la filosofía desarrolla el
pensamiento crítico y argumentativo. Esto significa que, un buen abogado no
solo necesita saber leyes o aprender de memoria los artículos de los códigos,
sino razonar con precisión,
detectar falacias, evaluar argumentos complejos, saber cómo interpretar una
norma y construir discursos persuasivos. Y como bien lo aprendimos de Cicerón,
estas habilidades son, esencialmente, filosóficas.
Ejemplo: Un abogado que ha leído a Kant, a
Aristóteles o a Habermas puede comprender mejor la estructura lógica de un
argumento y aplicarlo en un juicio o un escrito jurídico.
En tercer lugar, considero
que un abogado no debe ser un técnico ciego ante la injusticia. Bien sabemos que
el derecho puede convertirse en un instrumento de injusticia si se aplica sin
reflexión. En cambio, el estudio de la filosofía permite cuestionar críticamente las leyes vigentes,
detectar sus límites morales y éticos, y promover reformas necesarias.
Ejemplo: Durante regímenes autoritarios,
muchos abogados «cumplían la ley» sin cuestionar su contenido. La filosofía
enseña a no obedecer ciegamente.
En cuarto lugar, el estudio
de la filosofía ayudar a interpretar las normas en distintos contextos. Para
ningún abogado es un secreto de que el derecho está lleno de conceptos abiertos
y ambiguos como «justicia», «razonabilidad», «proporcionalidad» o «dignidad
humana». Estos no se comprenden bien desde una perspectiva solo legalista, sino
filosófica.
Ejemplo: ¿Qué significa «dignidad humana» en
un caso de eutanasia? Un abogado sin formación filosófica puede carecer del
marco conceptual necesario para abordar esta pregunta con profundidad. Ahora
bien, si deseas entender desde una perspectiva filosófica y jurídica el concepto
de «dignidad humana», te invito a revisar las obras del maestro Carlos
Fernández Sessarego.
En quinto lugar, el estudio
de la filosofía vincula al derecho con otras dimensiones humanas. Por si no lo
habías notado, el derecho guarda estrecha relación con la política, la ética,
la economía, la religión, la historia y otras disciplinas. De esta manera, la
filosofía permite una visión interdisciplinaria
y holística del fenómeno jurídico. Así, el abogado se convierte en un intelectual del derecho y no solo en un
mero operador.
Luego de haber leído estos cinco puntos (recuerda
que pueden existir más), considero pues de que un abogado que no estudia filosofía
corre el riesgo de ser un técnico eficaz, pero éticamente ciego y políticamente
ingenuo. En
cambio, el abogado que incorpora la filosofía a su formación puede ejercer con
conciencia crítica, sentido de justicia y profundidad intelectual.
Escrito por David Misari Torpoco
Abogado y docente de Redacción Jurídica y Filosofía del Derecho
21 de julio de 2025

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