Cada día que pasa, muchos abogados viven de manera rápida en un mundo que se encuentra subyugado a la inmediatez de las redes sociales. Todo lo quieren rápido, ya no les interesa mucho leer un libro, “¿para qué?” se preguntan, “si gracias al video corto de un TikTok, puedo ver el resumen en solo un minuto de ese libro o al menos, la parte más importante de la obra, entonces ¿para qué leer?” se responden. Así también ocurre con la ortografía, pues para muchos abogados, esta dejó de tener importancia. Bajo el mediocre cliché “No me importa escribir bien, pues lo importante es que se me entienda”, varios declinan las invitaciones a cursos de ortografía, redacción y gramática, pues al parecer, olvidan que los grandes juristas de tiempos antiguos y los mejores abogados —en la actualidad— siempre se preocuparon y preocupan por aprender a escribir bien.
Redactar lo puede hacer cualquiera, pero no cualquiera
redacta escritos o documentos con coherencia, sin erratas, sin faltas
ortográficas ni gramaticales, pues para eso se estudia y se aprende. Redactar
un texto jurídico (entiéndase ‘texto’ como todo escrito y documento que redacta
un abogado, más allá del sinónimo ‘libro’) como debe ser, no es tarea sencilla
para quien lo tome de manera seria. En el ámbito laboral, redactar de manera
correcta demuestra que una persona (profesional del derecho) posee las
habilidades y conocimientos necesarios para construir o componer un escrito que
sea legible y transmita calidad de lo plasmado, además de ofrecer, seguridad y confianza de los estudios de
redacción jurídica que posee; caso contrario, si un escrito contiene errores de
ortografía y sintaxis, esto puede demostrar un aspecto negativo en la formación
y preparación que el abogado posee. De nada sirve poseer certificados o
constancias que demuestran haber llevado un curso de redacción, si en la
práctica o en el desempeño laboral, esto no se refleja.
Por otra parte, la capacidad de lograr que un escrito sea
óptimo, legible y entendible, mostrará que el abogado tuvo interés por aprender
a redactar mejor, pues una óptima redacción es el mejor puente de comunicación
entre el abogado y el juez, así también, entre el abogado y las partes. Se sabe
que redactar de manera clara y concisa no es una labor sencilla, tal como lo
mencionamos líneas arriba, puesto que se requiere de los conocimientos
necesarios (llevar cursos de lenguaje jurídico y cursos de redacción jurídica)
como también de mucha práctica, pues conocer la aplicación de la ortografía y
gramática jurídica es una labor seria.
Por último, no debemos ver a la Real Academia Española (RAE)
como un enemigo, sino, al contrario, como un aliado. La RAE se ha convertido en
la institución más importante respecto a la regulación lingüística y a la
propagación/difusión de normas ortográfica y gramaticales que ayudarán al
abogado a mantener la coherencia de sus escritos. Un ejemplo sería la
publicación de la obra titulada «Libro de estilo de la justicia», sin olvidar,
el segundo gran apoyo para todos los abogados, un recurso que, aunque también
se pueda adquirir en físico, la RAE lo trabajó en una página web y se trata del
«Diccionario panhispánico del español jurídico», un recurso en línea con acceso
libre para todo abogado que desee aprender algún significado y escritura correcta
de un término jurídico.
Escrito por David Misari Torpoco
Abogado y docente de Redacción Jurídica
25 de abril de 2024
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